¿Te has detenido a pensar cómo hacen los fabricantes de automóviles, para diseñar coches autónomos? ¿Qué tecnologías integran para conseguir los distintos niveles de conducción automática? Las respuestas pueden conseguirse relacionando dos tendencias emergentes: el desarrollo de automóviles eléctricos y el auge de la inteligencia artificial (IA), siendo esta última la clave principal de éxito del sector.
La primera idea que se nos viene a la mente al escuchar sobre coches autónomos es que pueden ser capaces de trasladarse sin la necesidad de un conductor humano. Sin embargo, existen distintos niveles de conducción autónoma, siendo la disponibilidad de piloto automático apenas el nivel 0, y la autonomía total en la conducción, el nivel 5.
¿Es posible la conducción autónoma sin la Inteligencia Artificial?
En todos los niveles de conducción autónoma, la Inteligencia Artificial tiene un rol preponderante, pues ésta integra diversas disciplinas como el tratamiento de grandes volúmenes de datos (Big Data), el aprendizaje automático o “Machine Learning” y el aprendizaje profundo o “Deep Learning”, necesarias en el diseño de los coches autónomos.
A continuación, verás al NVIDIA BB8, un coche que aprendió a conducirse a sí mismo gracias a la Inteligencia Artificial:
Al disponer de múltiples dispositivos eléctricos como GPS, cámaras, sensores de presencia o de proximidad, entre otros, los coches autónomos captan el comportamiento de diversas variables del entorno, como presencia o forma de obstáculos, peatones, automóviles o señales de tránsito; o volumen de tráfico, condiciones ambientales o de la vía, información que es almacenada continuamente en bases de datos internas del ordenador del automóvil.
Luego, los algoritmos de aprendizaje profundo y automático permiten establecer modelos matemáticos que caracterizan la relación de las variables externas. Con estos modelos, el ordenador es capaz de emitir señales que ponen en funcionamiento distintos dispositivos como válvulas o motores mecánicos y/o eléctricos de los coches autónomos, conocidos como actuadores, posibilitando el control automático de variables de conducción, como la velocidad, fuerza de frenado o posicionamiento de giro de los neumáticos del coche, entre otras.
Por otra parte, por medio de la IA, los coches autónomos también son capaces de controlar variables internas como la temperatura e interpretar órdenes humanas, incluso sin la emisión de sonidos, para disminuir el volumen del reproductor o abrir y cerrar las ventanas del coche, por ejemplo.
Los algoritmos se modifican a sí mismos, permitiendo mejorar los modelos de comportamiento, por lo cual a mayor cantidad de horas de funcionamiento, mayor será la autonomía de conducción del coche. En conclusión, no es posible la conducción autónoma sin la IA.